En el Siglo XVII la creciente necesidad por parte de la Corona de España de controlar sus líneas comerciales marítimas lleva a la construcción de los primeros altos hornos en la península que ayudasen a abastecer los numerosos navíos de guerra. La ubicación escogida es Liérganes y La Cavada y las primeras inversiones proceden de los empresarios flamencos Juan Curcio y Jorge de Bande. La cercanía de las materias primas necesarias para la elaboración de los cañones ( el agua, el hierro y la madera), la cercanía al mar, a los astilleros y al puerto de Santander son los elementos clave para la instalación de este complejo fabril.
En poco tiempo la producción y calidad de la artillería de esta fábrica lleva a España a la cabeza del desarrollo tecnológico, y los cañones de La Cavada pasan a ser considerados los mejores del mundo durante muchos años. El principal motivo es que el peso de cada cañón consigue reducirse un 25%, algo muy importante si tenemos en cuenta que algunos de los barcos del Siglo XVIII pudo llevar hasta 140 cañones.
Son numerosos los puertos y costas de América y Filipinas que tuvieron que ser protegidos con estos mismos cañones durante la etapa colonial ( Cartagena de Indias, Santiago de Cuba, Veracruz, Acapulco, Isla Margarita…).
La Real Fábrica de Artillería de La Cavada era un importante complejo amurallado que llegó a tener cuatro altos hornos: San josé, Santa Teresa, Ntra Señora del Pilar y Santa Bárbara. Dos hornos de reverbero, besuyo y tina, otros hornos pequeños, obradores y talleres, almacenes, palacio de los olivares, viviendas, edificos para oficios… Existian otros elementos fuera de la muralla necesararios para su funcionamiento, el resvaladero de Lunada, tres presas ( Liérganes, La Cavada y Valdelazón), retenes, capillas, ventas, embarcadero…
Entre los restos de la Real Fábrica que se conservan en la actualidad hay que hacer referencia a la puerta principal de acceso, a importantes vestigios de la muralla, red de canales subterráneos, casas de operarios, la casa del intendente con su capilla, edificios, almacenes…
En cifras, la Real Fábrica produjo 26.000 cañones útiles, municiones variadas, millares de piezas destinadas a usos comerciales, domésticos, industriales o de lujo; se pagaron 20 millones de jornales; se consumieron 10 millones de árboles, 300.000 toneladas de mineral de hierro, 250.000 toneladas de carbón vegetal y 15.000 de piedra.
El final de la producción de esta fábrica tiene lugar en 1834, coincidiendo con la pérdida de presencia de España en el mundo y la escasez de materias primas (madera) que encarecería el coste final.
El recinto que alberga la Real Fábrica de Artillería de La Cavada fue declarado lugar cultural (sitio Histórico) en el año 2004.